El caso argentino, una tragedia griega
“Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo”. Este era el pensamiento de Sófocles, quien nunca imaginó que llegaría a existir una llamada república donde quedan impunes las violaciones de los derechos de los ciudadanos a transitar, por ejemplo, al no accionar el Estado para evitarlo. Los aprietes de los gremios contra la libertad de prensa. Que no se considere el bien común al retirar la custodia policial de los hospitales. Que jóvenes que escuchan sólo la voz de la pasión y no la razón, priven a sus compañeros de su derecho de aprender. Que el Estado tampoco se ocupe de la seguridad del ciudadano. Que el ser castigado por asesinato dependa de la edad del criminal, que se pueda violar a menores de acuerdo a su condición económica.
A Sócrates, al ser condenado a muerte, sus amigos querían convencerlo de huir de Atenas. Pero no aceptó por el respeto a que todo ciudadano honrado le debe merecer las leyes, el Estado y la patria.
Explicaba Sócrates que de huir se podía suponer que las leyes le dirían: “¿Crees tú que un Estado puede subsistir, y que no es destruido cuando las sentencias recaídas son anuladas y cuando los particulares pueden desvirtuar su efecto y destruirlas? (¡En el 406 a. C., no existía la Corte Suprema!)
Pareciera que como sociedad hemos retornado al estado de naturaleza, donde prevalece el bien individual, del más fuerte sobre el más débil, abandonando el bien común. Entonces, se hace necesario la creación de un gobierno que garantice a cada hombre la vida, libertad y propiedad, lo que no es posible de lograr si se destruye la ley.
¿Podrán los encargados temporarios de nuestros intereses abandonar el camino equivocado, reparar el mal que han originado, abandonando el orgullo y la república ficticia con la ley destruida?.
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